La entrada en vigor del Protocolo de Kyoto



Japón se enfrenta a una reestructuración de enormes proporciones para reducir los gases de efecto invernadero tras la entrada en vigor del Protocolo de Kyoto.

Con la entrada en vigor del Protocolo de Kyoto el pasado 16 de febrero, Japón se enfrenta a una reestructuración de enormes proporciones. Deberá reducir la emisión de los gases de efecto invernadero en un 16% con respecto al nivel de 1990 durante los próximos siete años.

A pesar de las evidentes dificultades prácticas y las quejas persistentes de los círculos industriales sobre el cumplimiento del objetivo, el gobierno japonés, junto con los medios de comunicación,
parece seriamente comprometido con el acuerdo internacional. El protocolo de Kyoto se estableció durante la tercera sesión de la Conferencia de los Partidos para la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (COP3) que se celebró en 1997 en Kyoto, Japón.

Tal y como manifiestan los medios de comunicación, la entrada en vigor del Protocolo de Kyoto, a pesar de haber quedado seriamente debilitado por la retirada de EEUU y la no participación de los países en vías de desarrollo, se considera el inicio de un proceso histórico que podría evitar una posible catástrofe de dimensión mundial provocada por el calentamiento global. Si se lleva a la práctica con todo rigor, no cabe duda de que cambiará la estructura industrial, el modo de vida y la distribución geográfica de las industrias en todo el mundo.

El Protocolo de Kyoto, ratificado por 141 países y regiones hasta la fecha, insta a los países industrializados a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, una media anual del 5,2% con respecto al nivel de 1990, durante el periodo 2008-2012. El objetivo de reducción se ha estipulado en un 7% para EEUU, un 6% para Japón y un 8% para la Unión Europea. Sin embargo, las emisiones de dióxido de carbono de Japón en 2004 aumentaron un 8% con respecto al año de referencia. Esto obliga al país a alcanzar una reducción del 14% para cumplir con el objetivo del protocolo de Kyoto.

El protocolo contempla seis clases de gases de efecto invernadero: el dióxido de carbono procedente de la combustión de combustibles fósiles y responsable del 60% del calentamiento, seguido del metano con un 20%, y otros cuatro más-el óxido nitroso, los hidrofluorocarbonos, los perfluorocarbonos y el hexafluoruro de azufre.

Lo que se considera motivo de dificultad y de queja es que Japón tenga que trabajar con este nivel de reducción de emisiones, ahora que el país ya ha alcanzado, comparado con el resto del mundo, un grado excepcionalmente alto de eficacia energética, que le deja muy poco margen de mejora. Este sentimiento está especialmente arraigado en el sector industrial. Los industriales dicen que es como "exprimir una toalla seca para sacar el agua que le queda".

En la víspera de la entrada en vigor del Protocolo de Kyoto, el Presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Japón, Nobuo Yamaguchi, hacía pública una declaración en la que criticaba con dureza al gobierno japonés por su "fracaso diplomático" al permitir que EEUU se retirara y dejar a Japón en una situación de grave desventaja frente Europa.

Durante 2003, Japón emitió 1336 millones de toneladas de gases de efecto invernadero (equivalente a dióxido de carbono), un 8% más con respecto a 1990. El 94% de esta cantidad era dióxido de carbono. En lo que respecta a su origen, el 37,9% procedía del sector industrial (un descenso del 0,2% con respecto a 1990), el 20,7% del sector del transporte (con un incremento del 20%), un 15,7% de otros sectores entre los que se incluían las oficinas y otros complejos empresariales (con un aumento del 37%), y un 13,3% del sector doméstico (con un aumento del 29%). La no consecución de este objetivo ha sido atribuida, en parte, a la paralización experimentada por la producción de energía nuclear.

Como el aumento de las emisiones procedentes de los sectores no industriales ha sido notable en los últimos años, Japón se enfrenta a la necesidad de tomar medidas específicas para estos sectores, ya sea a través de la reducción del uso de máquinas y aparatos de elevado consumo energético o mediante su transformación en otros energéticamente más eficientes. Esto supondría cambiar obligatoriamente de modo de vida, o sustituir los electrodomésticos de elevado consumo por otros que, si bien serán más caros, son, energéticamente, más eficientes.

Dada la dificultad de obtener un resultado inmediato en los sectores no industriales de la vida diaria, una de las ideas que se están estudiando consiste en gravar el uso del petróleo y del carbón con un "impuesto medioambiental" que disminuya su utilización y pueda evitar las emisiones de gases de efecto invernadero.

El Ministerio de Medioambiente está a favor del impuesto, pero tanto el sector industrial como el Ministerio de Economía, Comercio e Industria se muestran muy contrarios a su creación. Si bien el impuesto es por ahora inviable, hay quien sostiene que sería necesario establecer un objetivo de emisiones obligatorio para cada compañía, en lugar del actual sistema que, en esencia, confía todo a conductas de carácter voluntario. El mecanismo de créditos de emisiones estipulado por el Protocolo de Kyoto aún no se ha implantado en Japón porque no es del agrado de los círculos industriales.

En el mes de marzo, el gobierno tiene previsto presentar un plan concreto y unos objetivos en cifras, para reducir las emisiones de las instalaciones industriales, la vivienda, el transporte y otras fuentes, que permita cumplir con los compromisos estipulados en el Protocolo de Kyoto. Sin embargo, tal y como están las cosas ahora, sigue sin saberse si, durante los próximos siete años, se podrán reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un altísimo 14% con respecto al nivel de 1990. Hay quien lo descarta por considerarlo un objetivo imposible.



Perseverar en los ideales y objetivos elevados
En efecto, cuanto más difícil de alcanzar parece el objetivo, más inclinados parecen los japoneses a creerse injustamente penalizados por este compromiso, máxime en vista de la retirada de EEUU del Protocolo de Kyoto y las ventajas de la Unión Europea, que, al seguir dependiendo en gran medida del carbón, tiene un gran margen para reducir sus emisiones. A esto hay que sumar la reciente adhesión de nuevos países con un gran volumen de asignación de créditos de emisiones.

Si bien este problema no afecta sólo a Japón, la no participación de grandes países emisores del mundo desarrollado, como son India y China entre otros, también contribuye a aumentar esta sensación de injusticia entre los japoneses. Según el Laboratorio Nacional de Oak Ridge de EEUU, el mayor emisor de dióxido de carbono en 2000 fue EEUU, con un 24,4% del total mundial cifrado en 23.000 millones de toneladas, seguido de China, con un 12,1%; Rusia, con un 6,2%; Japón, con un 5,2%; y la India, con un 4,7%.

Pero esto no disuadió a los principales periódicos de abogar por que Japón sea fiel a sus elevados objetivos e ideales de salvar al planeta y a la humanidad a largo plazo.

Por ejemplo, una columna del Mainichi Shimbun decía que Japón, un país ya reconocido por ahorrar energía, debería ir más lejos aún y convertirse en el líder mundial en materia de protección medioambiental.

El Nihon Keizai Shimbun, en su editorial del 15 de febrero, advertía sobre la tendencia de los círculos empresariales a sucumbir ante la idea de que Japón ha sido injustamente tratado. Como ha dado en llamarla el periódico, la nueva misión y responsabilidad del país, en su calidad de líder mundial, debería ser la presentación ante el mundo del "modelo japonés" de reducción de emisiones.

El Sankei Shimbun, en su editorial del 16 de febrero, reconocía que el deber de Japón es seguir desempeñando un papel destacado en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Y pedía, además, que Japón encabezara un movimiento en pro de la creación de un régimen internacional posterior al Protocolo de Kyoto, que pudiera contar con EEUU y el resto de los países desarrollados. Era el único periódico importante que recordaba la importancia de la energía nuclear como medio para rebajar el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero.

El Yomiuri Shimbun escribía en su editorial del 17 de febrero que esperaba que el Protocolo de Kyoto se convirtiera en el desencadenante de un movimiento a favor de un mayor ahorro energético en la estructura industrial y en el modo de vida.

(Copyright 2005 Centro de Prensa Extranjera / Japón)



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