El pasado 30 de diciembre de 2006, el Gobierno iraquí presidido por el primer ministro, Nouri al-Maliki ejecutó en la horca al ex presidente, Saddam Hussein, luego de que hubiera sido confirmada su sentencia a muerte por un crimen cometido contra la humanidad. Tras hacerse con el poder en 1979, Hussein continuó la dura represión contra las fuerzas antigubernamentales en Iraq y transformó el país en una "república del miedo" (el título de un libro del disidente iraquí, Kanan Makiya, que escribió bajo el pseudónimo de Samir al-Khalil). En el exterior, Hussein se embarcó en una guerra de ocho años contra Irán en 1980, invadió Kuwait en 1990, lo cual dio lugar a la Guerra del Golfo en 1991, y, al hacer caso omiso de la opinión internacional, provocó la situación que condujo al comienzo de la Guerra de Iraq en marzo de 2003. Sin lugar a dudas,
Hussein ha sido el principal factor de inestabilidad en Oriente Medio durante casi un cuarto de siglo desde el comienzo de los años 80.
Por ese motivo, los principales periódicos de Japón se han mostrado tan interesados por la ejecución de Hussein. Los cinco diarios de tirada nacional informaban sobre la noticia bajo grandes titulares al comienzo de sus primeras planas, y también publicaban editoriales en los que analizaban la importancia del ahorcamiento de Hussein y su potencial repercusión sobre la situación iraquí.
Dudas y críticas a la rapidez de la ejecución
El 26 de diciembre, el Alto Tribunal Iraquí rechazó un recurso de apelación que pedía la revisión judicial de la sentencia a muerte impuesta al ex presidente el pasado 5 de noviembre confirmando, de ese modo, la pena de muerte. Aunque la apresurada ejecución del ahorcamiento iba en contra de la mayor parte de las previsiones, los editoriales de los principales periódicos no expresaron ningún pesar por la muerte del conocido dictador. Antes bien, centraban su atención en el estudio del conjunto de circunstancias que rodearon a una ejecución que ha sorprendido por su rapidez.
Un artículo de la edición electrónica del Asahi Shimbun (30 de diciembre) informaba de que el primer ministro, Shinzo Abe, hizo unas declaraciones el 30 de diciembre en las que manifestaba: "Japón tiene la esperanza de que Iraq pueda superar los difíciles problemas internos a los que se enfrenta, para que pueda convertirse en un país estable. Tenemos intención de seguir ofreciendo nuestra ayuda en coordinación con la comunidad internacional". En relación con la ejecución del ex presidente, el Asahi informaba de la postura de cautela del gobierno japonés respecto del rumbo que vayan a tomar los futuros acontecimientos en el problema iraquí: "El gobierno va a seguir de cerca la evolución de la situación interna de Iraq desde la perspectiva de la seguridad pública".
El editorial del Yomiuri Shimbun (edición del 31 de diciembre) comentaba: "La ejecución [de Hussein] podría avivar el fuego del conflicto sectario, que no ha dejado de aumentar y que amenaza con dividir al país. Debido a esto, algunos observadores pronosticaron que cabría margen para la maniobra política respecto de la elección de la fecha para la ejecución de Saddam en la horca. En cambio, la administración del primer ministro iraquí, Nouri al-Maliki, en la que predominan los chiíes, aceleró el proceso que acabó con la ejecución de Saddam. Ha sido un intento de la administración Maliki de saciar la sed de venganza de chiíes y kurdos, para mostrar su autoridad ante el país en un momento en el que la situación de la seguridad amenaza con escapar a su control? Pensaba la administración que la situación actual es tan grave que no se vería significativamente afectada por la suerte que corriera Saddam? Fuere como fuere, la ejecución debe ser considerada como una apuesta muy arriesgada".
El editorial del Nikkei (edición del 31 de diciembre) observaba de forma parecida: "Ha habido dudas profundamente arraigadas sobre la imparcialidad del juicio, y tampoco puede afirmarse que el procedimiento para ejecutar la pena de muerte fuera claro. Queda la impresión de que las antiguas fuerzas antigubernamentales, ahora dirigidas por la administración actual, han acelerado la ejecución del ex presidente, que en la sala del tribunal había negado abiertamente la legitimidad del actual gobierno. Hussein también fue acusado por haber cometido una masacre contra los kurdos. Preocupa que, como consecuencia de la ejecución, la investigación del lado oscuro de su dictadura quede sin concluir."
Decepción ante el sellado a cal y canto de un pasado oscuro
Se esperaba que el juicio del ex presidente Hussein arrojara algo de luz sobre el lado oscuro de la historia moderna de Iraq. Sin embargo, estas esperanzas se han visto frustradas por la rápida ejecución de Hussein.
El editorial del Sankei Shimbun (edición del 31 de diciembre) expresaba su decepción por la rapidez con que se había procedido a ejecutar el ahorcamiento: "Si se considera desde otro punto de vista, lo lamentable es que, como consecuencia de su muerte, la investigación de los hechos ocurridos durante la oscura época de la dictadura de Hussein tras haberse hecho con el poder, desde la Guerra entre Irán e Iraq (1980-1988) hasta la Guerra del Golfo (1991) y la Guerra de Iraq (2003), ha sido cerrada a cal y canto. La acusación por la que se había sentenciado a Hussein a la pena de muerte fue únicamente por un crimen cometido contra la humanidad tras la masacre de 148 chiíes en 1982. El testimonio del propio dictador sobre la matanza de 5000 kurdos con armas químicas en 1988 y la invasión de Kuwait en 1990 ha quedado vacío".
El editorial del Yomiuri anteriormente mencionado observaba: "El juicio a Saddam constituía una excelente oportunidad para poner a prueba a la joven democracia iraquí, pero la imparcialidad del juicio ha sido puesta en duda por algunos observadores. Los nuevos dirigentes de Iraq, que fueron elegidos en unas elecciones democráticas, pueden haber desperdiciado una excelente oportunidad de sentar jurisprudencia con el enjuiciamiento democrático a un dictador que con frecuencia desacataba el estado de derecho. También nos preocupa que la ejecución de Saddam vaya a dificultar el descubrimiento de la verdad sobre otros crímenes cometidos por su administración, como fueron, por ejemplo, los asesinatos masivos de kurdos y la invasión de Kuwait".
Preocupa la creación de un círculo vicioso de odio y venganza
Todos los editoriales expresaban una profunda preocupación por que, como repercusión de la ejecución de Hussein, pudiera intensificarse el sangriento conflicto sectario de Iraq.
El editorial del Asahi (edición del 31 de diciembre) comentaba: "La mayor prioridad en estos momentos debería ser acabar con el conflicto armado en Iraq, que puede describirse como un estado de guerra civil. Debería impulsarse la reconciliación entre las sectas mediante la ayuda internacional. Resulta bastante inconcebible que, a raíz de su ejecución, los simpatizantes que le quedan a Hussein y otras fuerzas armadas vayan a perder las ganas de luchar. Ciertamente, se teme que los extremistas, casi todos pertenecientes a la secta suní del Islam, vayan a intensificar su ofensiva contra el gobierno iraquí, dirigido por chiíes, con la excusa de la venganza. Tras la confirmación de la pena de muerte, Hussein supuestamente se reunió con sus hermanastros y les dijo que le alegraba convertirse en un mártir. Es ése un comentario muy preocupante". Y añadía el Asahi: "El Gobierno iraquí no debería ahora hablar de una manera jactanciosa sobre la ejecución. Antes bien, debería adoptar con rapidez una serie de medidas que contribuyan a la estabilización del país en el futuro inmediato, como, por ejemplo, mediante la rehabilitación de los cargos más importantes de la administración Hussein".
El editorial del Nikkei anteriormente mencionado analizaba de forma parecida la situación actual que se vive en Iraq de la manera que sigue: "Los puestos del gabinete fueron asignados a varias fuerzas, incluida la secta suní, con el objetivo de impulsar la reconciliación nacional, pero el problema es que ahora, como consecuencia, cada ministerio del gobierno tiene un fuerte sesgo sectario. Continúa un círculo vicioso por el que, dada la falta de unidad del gobierno, se demora la puesta en marcha de la reconstrucción económica y las milicias de cada grupo absorben a los desempleados". Y concluía: "En primer lugar, la actual administración de Iraq necesita tratar de resolver el problema más importante: hacer que el Gobierno funcione como un verdadero gobierno".
The Japan Brief
Enero Del 2007
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