podrían pagar muy caro el fracaso de las conversaciones comerciales, si bien los grupos agrarios de presión se sintieron aliviados. Pero casi todos los periódicos instaban al gobierno en sus editoriales a que se esforzaran por lograr la pronta reanudación de la ronda a la vista de todo lo que hay en juego.
Tras llegar a sucesivos puntos muertos y no cumplir con los plazos previstos, la ronda de Doha, que se puso en marcha en 2001, se había marcado como objetivo llegar a una conclusión a finales de este año. Después del fracaso que supuso no haber podido registrar grandes avances en la conferencia de los principales países comerciales en Ginebra a finales de junio, la reunión de los ministros de comercio de cinco países importantes y una región (EE.UU., Japón, la UE, Brasil, India y Australia) se celebró en lo que se ha sido considerado como otro último intento de alcanzar algún tipo de acuerdo que pudiera salvar la ronda de Doha, pero principalmente porque el desencuentro entre EE.UU. y la Unión Europea sobre los recortes en las subvenciones y tarifas agrarias era tan grande, que siguió estancada, lo cual indujo al Secretario General de la OMC, Pascal Lamy, a anunciar el fin de las negociaciones sin que señalara una agenda para su reanudación. Se teme que, en el peor de los supuestos, puedan transcurrir varios años antes de que las conversaciones sean reanudadas-tras la toma de posesión de una nueva administración estadounidense en 2009.
Como siempre había sucedido desde el comienzo del Acuerdo General Sobre Aranceles y Comercio, el predecesor de la OMC, de nuevo el sector agrario resultó ser el principal escollo a la hora de tratar de impulsar la liberalización del comercio, convirtiendo a la fase negociadora de la ronda de la OMC en un lugar en que colisionan distintos intereses entre sí. No sólo Japón, para el que la máxima prioridad era mantener protegidos algunos de sus productos agrícolas como el arroz, sino también EE.UU. y la UE se negaron persistentemente a hacer concesiones significativas sobre la reducción de las subvenciones agrarias y el recorte de aranceles sobre las importaciones agrícolas. Esta obsesión por proteger la agricultura impidió que se pudieran conseguir avances en otros sectores importantes como el de los servicios y los derechos de la propiedad intelectual, o aumentar el poder comercial de los países en vías de desarrollo, o idear una normativa contra la competencia desleal o antidúmping. Las oportunidades y los beneficios que se han perdido en estas materias se cree que han sido enormes. Para Japón, según los cálculos del Ministerio de Economía, Comercio e Industria, los beneficios económicos derivados del éxito de la ronda de Doha rondarían los 401.800 millones de dólares.
En medio de la situación favorable generalizada que atraviesan las economías del mundo desarrollado y algunos de los principales países del mundo en vías de desarrollo, como China, la India y Brasil, la ausencia del sentimiento de crisis, algo que debería haber motivado más seriamente a los negociadores, también fue considerado como una de las causas responsables de su fracaso. La ausencia de liderazgo también se citó como otra de las causas. Además, ha existido la sensación de que la OMC con casi 150 países socios podría haber crecido demasiado y sería demasiado compleja como para poder llegar a un consenso en las conversaciones comerciales multilaterales.
Se teme que el fracaso de la ronda de Doha y la crisis del régimen de la OMC que encarna el libre comercio dará origen al proteccionismo. Al menos, es probable que el titubeo de la liberalización del comercio multilateral acelere el movimiento en pos de acuerdos bilaterales de libre comercio que tan de moda están en estos últimos años. Japón se encuentra en una situación de relativa desventaja a este respecto, al haber formalizado hasta ahora un acuerdo de libre comercio tan sólo con cinco países. Según se ha afirmado, las declaraciones del Ministro de Agricultura de Japón, Shoichi Nakagawa en Ginebra según las cuales "a Japón no le queda otra opción que no sea conceder prioridad a los acuerdos bilaterales". El número de estos acuerdos en el mundo era de un total de 191 en el mes de marzo de este año, casi el doble de los 102 de 2000. Esta tendencia, no obstante, según se cree, puede dejar rezagados a los países menos desarrollados porque la posibilidad de que sean elegidos como socios comerciales para suscribir este tipo de acuerdos es muy remota.
En Japón, Fujio Mitarai, presidente de la Nippon Keidanren (Federación Empresarial Japonesa), hizo públicas unas declaraciones en las que instaba al gobierno de Japón y a otros países importantes a retornar a la mesa de negociaciones lo antes posible. Las declaraciones reflejaban la decepción existente en los círculos empresariales japoneses respecto de que se produzca una demora en la reducción de los aranceles en todo el mundo, especialmente en los países en vías de desarrollo. En comparación, el Ministerio de Agricultura, los grupos agrarios de presión y los políticos responsables de estas reducciones recibieron con satisfacción la congelación de la ronda porque se pueden hacer muchas excepciones en la suscripción de los acuerdos de comercio bilaterales, mientras que un acuerdo suscrito al amparo de la OMC impone el deber generalizado de la liberalización.
The Japan Brief
Julio Del 2006
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