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Aumenta la preocupación por el continuo descenso de la tasa de natalidad en Japón: no parece que esta tendencia vaya a detenerse
. La tasa de natalidad de Japón registró una vez más 1,29 en 2004, cifra más baja registrada hasta la fecha, y hay muy pocas probabilidades de que se produzca un cambio de tendencia en el futuro inmediato, algo que deja a la nación preguntándose qué es lo que se puede hacer ante un panorama en el que el descenso demográfico presagia un declive económico nacional. Las causas de este descenso de la tasa de natalidad son complejas y tienen su origen principalmente en factores socio-económicos, como por ejemplo, en la conducta de
las generaciones jóvenes y en el concepto que tienen de la vida. Al mismo tiempo, se culpa a la creciente inseguridad laboral y al empeoramiento de las condiciones laborales de actuar como fuerzas disuasorias que les impiden contraer matrimonio o tener hijos. Al comentar este cuarto año consecutivo de disminución de la tasa de natalidad, el Ministro Portavoz del Gobierno, Hiroyuki Hosoda, hacía hincapié en la determinación del gobierno para intensificar las medidas que atajen esta tendencia.

El Ministro de Sanidad, Trabajo y Bienestar Social anunciaba recientemente que la tasa de fertilidad total de Japón -el promedio de nacimientos por cada mujer si ésta viviera hasta el final de sus años fértiles, desde los 15 hasta los 49-se había situado en 1,29 en 2004, sin cambios con respecto al año anterior, año que marcó un descenso histórico (en realidad, en 2004 fue de 1,2888, ligeramente inferior al 1,2905 del 2003, pero ambas cifras se redondearon en 1,29 según la norma estadística internacional). Si se quieren mantener el tamaño de la población, esta tasa-conocida como tasa de natalidad-deberá situarse en el 2,07 o incluso superar esta cifra. La tasa de Japón comenzó a disminuir de forma constante desde el 1,95 en 1975, año en que disminuyó por primera vez por debajo del 2. Entre los países más industrializados, es comparable con el 2,01 de EE.UU. y el 1,24 de Italia.

En 2004, se produjeron 1.110.805 nacimientos y 1.028.708 defunciones, lo cual se tradujo en un aumento demográfico neto de 82.000 habitantes. Está previsto que el número total de habitantes de Japón alcance un máximo de 127.740.000 en 2006 y comience a disminuir en 2007. Si la actual tendencia demográfica continúa, el número total de habitantes disminuirá, según una previsión, hasta los 100.600.000 en 2050.

El continuo descenso y envejecimiento de la población, en la que la proporción de personas mayores de 65 años aumenta con rapidez, implica toda una serie de dificultades en el futuro, como por ejemplo, el descenso de la población activa y el deterioro financiero de un sistema de pensiones que presupone unas determinadas características demográficas de población activa. También podría significar una disminución del poder adquisitivo de los consumidores además de un menor índice de ahorro.

Uno de los principales motivos del descenso de la tasa de natalidad hay que buscarlo en la reciente tendencia a casarse tarde o, simplemente, a no casarse. En 2004, la media de edad a la que tiene lugar el primer matrimonio fue de 29,6 años para los maridos y de 27,8 años para las esposas. La media de edad a la que una mujer da a luz a su primer hijo se situaba en los 28,9 años, comparados con los 27,5 años en 1995. Los casamientos descendieron por tercer año consecutivo hasta los 720.429, un total de 19.762 menos que en el año anterior. Por cada 100.000 habitantes se celebraron 5,7 enlaces, el número más bajo registrado hasta la fecha.

La cuestión estriba en conocer por qué tardan tanto los ciudadanos en casarse o por qué optan, voluntariamente o forzados por la situación, por no contraer matrimonio. Parece que en el caso de las mujeres trabajadoras las respuestas más convincentes son los factores económicos concretamente. En su caso, o quieren trabajar o se ven obligadas a ello; pero en ningún caso es fácil compatibilizar el trabajo con tener hijos, debido a que la deficiente calidad de los servicios sociales para el cuidado de los más pequeños, las prácticas y las condiciones laborales no propician el nacimiento de los hijos.

El gobierno debe tomar medidas drásticas
Aunque tener o no tener hijos es un asunto muy personal, se cree que la determinación y la política del gobierno pueden tener una gran influencia en la actitud de los ciudadanos en este asunto. Sin embargo también se han vertido críticas generalizadas respecto de la falta de seriedad de la administración, que parece haberse contentado con una campaña publicitaria para frenar esta tendencia a tener menos hijos, aun cuando se considera que este asunto es del máximo interés nacional.

En su editorial del 3 de junio, el Yomiuri Shimbun argumentaba: "En el pasado, la administración llevó a la práctica medidas como el 'Plan Ángel' 10 años atrás y el 'Nuevo Plan Ángel' de hace 5 años, pero la tasa de natalidad siguió descendiendo. El gobierno debería analizar detenidamente las razones de este fracaso y destinar su presupuesto a medidas más eficaces. Es urgente que se proponga construir un sistema de la seguridad social que no se vea menoscabado por un avance del descenso del número de niños, utilizando, por ejemplo, el impuesto sobre el consumo." (El Plan Ángel, que giraba en torno a los "programas de emergencia de cinco años para el cuidado de niños", se puso en marcha en 1994; a éste le siguió el Nuevo Plan Ángel en 1999, que ofrecía una serie de programas para animar a los ciudadanos a tener hijos. Un ejemplo de éstos fueron las mejoras introducidas en los programas de asistencia médica y sanitaria, en la vivienda, y en el entorno comunitario y escolar; las prácticas laborales cuyo objetivo era compatibilizar el trabajo con el cuidado de los hijos; la reparación de las ideas preconcebidas sobre el género en relación con el trabajo y de una actitud que daba prioridad al puesto de trabajo sobre la familia.)

El Asahi Shimbun, en su editorial del 5 de junio, calificaba de inútiles a las medidas tomadas hasta la fecha por el gobierno: "La razón fundamental de este calificativo radica en la falta de seriedad de la administración en todo lo relacionado con este problema. El 70% del presupuesto destinado al bienestar social va a parar a programas de la tercera edad, como son los servicios médicos para ancianos y las pensiones, con tan sólo un 4% destinado a servicios para la infancia, como es el caso de las prestaciones por hijos y los servicios para el cuidado de los niños." Esto es un suicidio para el gobierno, puesto que concibe el régimen público de pensiones sobre la base de una previsión de la tendencia demográfica, que suele ser intencionalmente optimista.

Consideremos, por ejemplo, el caso de las guarderías. Según un reportaje del Nihon Keizai Shimbun, casi 1,9 millones de niños estaban inscritos en guarderías autorizadas, mientras que 7 millones asistían a guarderías no autorizadas o no acudían a ningún sitio. Por cada niño que acude a una guardería autorizada, se presta una ayuda pública por valor de 600.000 yenes (5.607 dólares), pero esta cantidad es tan sólo de 100.000 yenes (934 dólares) en caso de que el niño pertenezca a este último grupo.

Las empresas tampoco se libran. Cada vez es mayor el convencimiento de que la dirección empresarial se ha de responsabilizar de disponer un entorno laboral en el que cualquier empleado, independientemente de su sexo, pueda hacer compatible el nacimiento y el cuidado de los hijos con su trabajo; pero la realidad no es ni mucho menos satisfactoria. Para un marido resulta especialmente difícil solicitar una excedencia prolongada en el trabajo cuando su mujer da a luz. Ante este panorama, la Nippon Keidanren, la organización empresarial, anunciaba en 2003 su programa para compatibilizar el trabajo con las necesidades sociales. Se pretendía mejorar las condiciones del cuidado de los niños mediante el aumento de los servicios de puericultura. A finales de junio, la organización creará una comisión para idear medidas que contrarresten el cada vez menor número de niños. Cuenta con el apoyo del gobierno tras la entrada en vigor de la Ley para la Promoción de las Medidas de Ayuda para el Desarrollo de las Generaciones Futuras. En virtud de esta ley, cada empresa está obligada a idear y llevar a la práctica un programa de acción con objetivos numéricos, como por ejemplo la mejora de las mismas licencias por maternidad.

Pero parece que entran en juego otros factores más básicos que están profundamente enraizados en la sociedad y la economía, y que dificultan aún más la solución a este problema mediante medidas urgentes y tangibles. Uno de ellos es el grupo emergente de jóvenes que no tiene un empleo estable y la consiguiente seguridad económica. Al cambiar de un trabajo a otro, se les niega la oportunidad de adquirir determinadas destrezas o tener unos ingresos dignos, y su vida ha de hacer frente a un panorama incierto en el futuro. Sus cifras se han duplicado a más de dos millones en los últimos 10 años, más debido a la cambiante estructura del mercado laboral y a las políticas de contratación empresariales que a una elección personal. Se dice que se sienten mucho menos motivados para contraer matrimonio y fundar una familia que aquellos que tienen un empleo estable, lo cual contribuye a aumentar la tendencia bajista de la población nacional.

Hay otro factor que está más generalizado aún pero resulta difícil de aceptar-la posible inseguridad sobre el futuro en el subconsciente de los ciudadanos por que se produzca una subida de los impuestos y las primas de la seguridad social. Esta sensación de inseguridad sobre el futuro podría también ser la causa de que los ciudadanos no quieran tener unos hijos que tendrían que enfrentarse a dificultades en el futuro. El Asahi Shimbun argumentaba que "una sociedad que no proporcione a sus ciudadanos la seguridad necesaria para poder tener hijos difícilmente podrá ser considerada como una sociedad saludable".



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