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El Libro Blanco sobre Economía de 2005 hace hincapié en la simplificación de la administración y en el aumento de la productividad para hacer frente al descenso de la población
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A lo largo de las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el Libro Blanco sobre Economía que publica anualmente el gobierno ha sido considerado como la guía más fiable y de mayor autoridad para conocer el estado actual de la economía de Japón, así como sus problemas y perspectivas a medio y largo plazo. La edición fiscal de 2005, su quincuagésima novena edición publicada a mediados de julio, presta especial atención, entre otros muchos asuntos, al envejecimiento y a la disminución de la población, y a la
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consiguiente necesidad de simplificar la administración y aumentar la productividad para hacer frente a este cambio demográfico.
En lo que se refiere al actual estado de la economía, a grandes rasgos, su descripción ha sido tranquilizadora, tal y como se desprende de las declaraciones al comienzo del Libro de Heizo Takenaka, Ministro de Política Económica y Fiscal, según las cuales el prolongado efecto del letargo posterior al estallido de la burbuja que asoló a Japón entre los años 90 y los primeros del nuevo milenio, por fin, ha terminado. El Libro Blanco atribuía el final de este letargo a la eliminación de "tres excesos" del sector empresarial - en la población activa, la instalación de producción y el endeudamiento -, gracias a desesperados esfuerzos de reestructuración. También se citaba la reducción a un volumen controlable de los créditos fallidos de los bancos. Todos estos factores han contribuido al sostenimiento de una recuperación económica que comenzó a principios del 2002 y que entró en un punto de descanso a finales del 2004, aunque según el Libro Blanco pronto retomaría su movimiento alcista.
Según Hiroko Ohta, que elaboró el Libro Blanco como jefe de coordinación en la Oficina de Gabinete, la eliminación de estos tres excesos significa disponer de tres clases de recursos - recursos humanos, bienes y capital - y utilizarlos de forma más eficiente y rentable. La desregulación también ha contribuido a que estos recursos puedan ser utilizados de forma más productiva. Durante el transcurso de una entrevista concedida al Nihon Keizai Shimbun, Ohta dijo que ahora que estos tres recursos se están trasladando de sectores menos rentables a otros que son más rentables, allanando así el terreno para poder cimentar la base del crecimiento económico sostenible, Japón se enfrenta a problemas nuevos de naturaleza estructural cuyo origen hay que buscarlo en las cambiantes tendencias demográficas.
Está previsto que la población de Japón comience a disminuir tras alcanzar, en 2007, un máximo de 127,7 millones de habitantes, y que, además, este hecho coincida con el comienzo de las jubilaciones en masa de gran parte de la población activa perteneciente a la generación del baby boom de la posguerra. Como consecuencia, se prevé que en 2030 la población activa (que por definición comprende a todos aquellos ciudadanos de 15 o más años de edad que se encuentran en situación de búsqueda de empleo) experimente una caída de unos 10 millones de personas con respecto a los 66 millones que aproximadamente hay en 2005. Esta disminución de población activa, según advertía el Libro Blanco, dificultará la cesión a las generaciones más jóvenes de la tecnología y los conocimientos que han sostenido el crecimiento empresarial japonés.
Ohta identificó a estas perspectivas como "un problema de 2007" y, para poder hacerle frente, recalcó la importancia del aumento de la productividad. En comparación con EE.UU. y muchos otros países industrializados en los que la productividad ha aumentado a medida que ha disminuido el crecimiento de la población activa, recordó que la productividad de Japón ha ido disminuyendo. Atribuía este hecho a una innovación tecnológica, que ha quedado rezagada, y a una falta de eficiencia en la distribución de los recursos. Se consideró a la prolongada crisis de la economía que siguió al estallido de la burbuja como la responsable de la ralentización del crecimiento de la productividad en la década de los 90. Según argumentaba el Libro Blanco, para poder invertir esta tendencia, es necesario llevar adelante una serie de cambios en las prácticas laborales, en la reforma educativa, en el desarrollo de la tecnología y en la desregulación, además de otras medidas.
Un requisito fundamental para mejorar la eficiencia de la economía en su conjunto es la reforma de la propia administración, que constituye la agenda más importante de la administración Koizumi y a la que el Libro Blanco dedicaba todo un capítulo. Tras citar el resultado de una encuesta realizada especialmente para el Libro Blanco, concluía que los ciudadanos no quieren una mayor administración, aun cuando el descenso y el envejecimiento de la población así lo exijan por pura lógica. Incluso a expensas de las prestaciones de la seguridad social, los ciudadanos se muestran a favor de políticas que no incrementen la carga que supondría financiar más políticas sociales. Las respuestas a todas estas cuestiones, recordaba el Libro Blanco, deberían ser la privatización y la transferencia de competencias desde la administración central a las administraciones locales, lo cual significa una mayor autonomía a la hora de gobernar las comunidades locales.
Si bien no está directamente relacionado con el régimen de gobierno, la política fiscal, que tendía a ser un tanto relajada y expansiva durante gran parte del período de posguerra por exigencias políticas, también es considerada como una cuestión importante. El Nihon Keizai Shimbun, que en su editorial del 16 de julio coincidía a grandes rasgos con las recomendaciones del Libro Blanco para la economía japonesa, elogiaba la medida del gobierno Koizumi de contener el gasto en obras públicas como prueba de que el aumento del gasto público no es la respuesta para estimular el crecimiento económico, ya que la economía japonesa se ha recuperado de una prolongada crisis económica a pesar de una menor inversión en obras públicas. "La desregulación y la privatización deben ser los pilares de las medidas que reactiven la economía, en lugar de recurrir a las inversiones en obras públicas, que no se pueden incrementar debido a las poco ventajosas condiciones fiscales, y cuyo efecto, en cualquier caso, se cree dudoso", según argumentaba el periódico.
La jubilación de la generación del baby boom plantea grandes problemas
Las jubilaciones en masa de los ciudadanos del baby boom nacidos entre 1947 y 1949 (comparados con los nacidos en EE.UU. entre 1946 y 1964) se están constituyendo en un gran problema de índole económico, social y demográfico en Japón, al que se dedicaba otro capítulo en el Libro Blanco. Son 6,8 millones de personas, número que representa el 5,3% de la población total de la nación, una gran protuberancia en la pirámide demográfica. Ya han tenido una notable repercusión en la economía con sus hábitos de consumo y ahorro, y no cabe duda de que seguirá siendo así incluso después de su jubilación.
Se cree que sus jubilaciones en masa probablemente tendrán efectos tanto positivos como negativos. Dado que tienen buenos sueldos, no en vano sus salarios representan aproximadamente un 16% del total de los sueldos del país, se espera que sus jubilaciones reduzcan bruscamente los costes laborales de aquellas empresas japonesas aquejadas de unos comparativamente altos costes laborales, si se comparan con los de países asiáticos como China, con los tienen que competir y en los que los sueldos son bajos. Otra de las ventajas es que sus jubilaciones dejarán más oportunidades de empleo para los jóvenes. Del lado negativo, sus jubilaciones ejercerán una influencia adversa en la competitividad de las empresas japonesas, puesto que los nacidos durante el baby boom han desempeñado un papel importante al liderar el desarrollo tecnológico y su mantenimiento, dado su alto nivel de conocimientos tecnológicos y capacidad. A un 40% aproximadamente de los directivos empresariales les preocupa el hecho de que su jubilación dificulte la adecuada cesión de la tecnología y conocimientos a las generaciones más jóvenes dentro de la propia empresa.
Otra causa de preocupación es su posible repercusión sobre el índice de ahorro. Si bien a las personas nacidas durante el baby boom, que generalmente disponen de mucho dinero en efectivo, se les suele aplaudir por sus hábitos de consumo porque ayudan al crecimiento económico, su disposición de ahorros rebajará a la larga el índice de ahorro de la nación, el cual ya está disminuyendo a una velocidad considerable. Según los cálculos del Libro Blanco, en 2030, el índice de ahorro de Japón caerá hasta el 3%, situándose aproximadamente al mismo nivel que el de EE.UU., con respecto al 8% de 2003. En el pasado, el sello distintivo de la economía japonesa fue su alto índice de ahorro y se cree que éste fue la base de su elevado crecimiento, algo que ya no sucede. El Yomiuri Shimbun, en su edición del 16 de julio, expresaba una honda preocupación por "la posibilidad de que un descenso del índice de ahorro dificulte seriamente la absorción de la emisión masiva de bonos del estado", algo que hasta ahora ha continuado sin complicaciones gracias a un alto índice de ahorro.
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